miércoles, 18 de febrero de 2009

Una dama en el silencio


Gafas que escondieron el aura bello de ese
rostro, que no dejaban ver la transparencia de
su ser y su alma. Lunas que no dejaron reflejar
la sencillez y la belleza del manantial de su
rostro.
Cabellos mojados debido a la ducha y al agua
tibia e inescrupuloso que contorneó la silueta
bella de la tranquilidad, de esa tranquilidad
que solemos necesitar en nuestros momentos de
ansiedad, de esa que mata y nos lleva al desvío
y desazón.
Paz, conversación amena bajo el frío clima de
Lima más la brisa marina y una baranda que
separa nuestros cuerpos se tornan en las mejores
noches de fines de semana. No hace falta licor
ni un pisquito para estar casi en el paraíso,
pues atisbar su sonrisa se hace un hábito cuando
las palabras fluyen y el silencio se esconde
pero aparece intermitente.
Sonrisa que ayuda a que la noche sea perfecta
porque es como ver las estrellas. Sonrisa que
alegra la madrugada porque aparece el recuerdo
de las noches de verano, cuerpo que encandila al
abrir la puerta y piernas que cruzan al sentarse
en las escaleras que por momentos se convierten
en el vehículo para verla más de cerca.
Fue hace un año que la vi, una noche que parecía
intrascendente pero fue una de las mejores
porque la conocí. Su silencio me atrajo como una
bulla ensordecedora, su timidez que contagia
pero a la vez me reta a arrancarle una sonrisa o
unas palabras que broten de sus labios.
No me censures...

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