jueves, 30 de abril de 2009

Un desamor adolescente



No siempre uno más uno es dos, a veces se queda en blanco como lo fue el primer amor del colegio. épocas tristes de ese “sí” que nunca llegó pero del “no” que se hizo esperar en un relato escolar de 1996.

Fue desde el primer grado que me sentí raro en medio de tantos niños desconocidos. Uno lloraba, el otro reía y le pegaba al más sano pero al final era igual porque odié esa época. Siempre recuerdo a los estúpidos de grados mayores, quienes por ser “mayores” son los llamados a humillar a los demás, pero lo que no saben es que eran tremendos estúpidos porque perdían su tiempo en niños que con las justas sabían hablar.

La verdad que desde chico vi al colegio como una cárcel. Entrar a las 8 de la mañana, y estar encerrado en un salón de clases- salir salvo para ir al baño o al recreo-, pues era obligado asistir a todas porque lamentablemente no había eso de “asistencia libre” como la universidad. Pero claro que uno podía “tirarse la pera”, pero increíblemente nunca lo pude hacer.

Era horrible saber que tenía que ir a comprar el odiado uniforme, ese pantalón plomo con camisa blanca que me hacía sentir un chico bueno, pero me sentía realmente asfixiado, sin oportunidades de protestar para sacármelo, ¡qué triste! O recordar cuando llegaba en las mañanas- para colmo tarde- y escuchaba la música de la formación de los lunes, esa de los militares y con la voz estentórea del regente llamando a todos al patio sólo para escuchar su sermón del director y cantar el himno nacional.

Pero lo peor eran las clases de educación física, ¡qué aburridas! En los meses de verano debíamos entrar a la piscina, pero lo gracioso era que nos enseñaba el curso un profesor obeso que al parecer no tenía mayor experiencia en salvataje. O cómo olvidar al profesor que cuando nos tocaba fútbol, nos hacía calentar durante una hora, para que sólo juguemos 10 míseros minutos, “cinco el primer tiempo, y cinco el segundo”, decía el gracioso.

Pero ya cuando entramos a la adolescencia, nos pica el bicho del relajo y de lo que se conoce como “amiguitis”, que no es más que una necesidad de todo adolescente para estar con sus mejores amigos y olvidarse de los problemas domésticos- que los tuve- ya sea jugando partido o conociendo “flacas”, que a partir de los 12 o 13 años te das cuenta que la vida gira en torno a ellas. Que al recibir un solo saludo tienes la oportunidad de seguir ahí, conversándoles y quedar como lo máximo porque estás con la chica más bonita del salón, con la “gatita” como se dice.

Es por eso que siempre recuerdo ese año como el ejemplo de la adolescencia. Fue en 1996, año en que entré a la secundaria. Me sentía en otro planeta, parecía universidad, estaba acostumbrado a que los profesores estén al tanto de mis cosas, pero fue todo lo contrario. Quizás es el año que nunca olvido porque ahí me sentí bien realmente. Estar con mis amigos, el comienzo de la vida nocturna, el primer “enamoramiento”, si se podría usar esa palabra para un mocoso de trece años.

Considero que fue mi primer gran sufrimiento. Era una chica muy guapa, no lo voy a negar pero lo que no me gustaba era que tenía un talante de presumida, lo cual no sé si es porque era una de las primeras alumnas de la clase, es decir, todo un ejemplo de estudiante. A mí la verdad al comienzo no me atraía. A gran parte de mis compañeros y amigos les gustaba mucho, para estar recién en primero de secundaria parecía el símbolo sexual del salón y porqué no, de la promoción.

Pero ya en esos días del verano me encantó verla bronceada. Era de piel blanca, de contextura delgada que resaltaba por su fino mirar que se dejaba alumbrar por el sol de las mañanas que hacían un juego perfecto con el collet albo que allanaba el viento que revoloteaba sus cabellos.

Yo ya le saludaba, a hablarle de ella a mis amigos sobre los clásicos comentarios “está bien”, o “mira, ahí está”. Comentarios que eran respondidos satisfactoriamente por ellos. Pero ya eran reiteradas veces que un amigo muy querido me decía: “Oe, te estás templando”, y otra amiga que hoy está en Japón “pucha cómo te gusta ¿no?”, jodas que no quería aceptar pero ya no pude negar. Ya me gustaba.

Pasaban los días y no atinaba a nada, sólo a saludarla cándidamente o preguntándole estupideces como ¿qué tarea hay mañana?... En todo momento pensaba en ella. Me sentaba a la mesa de mi comedor y meditaba ¿qué estará comiendo? Y además era gracioso porque me la imaginaba a mi costado mirándome.

Era tan perfecta que hasta practicaba atletismo, no era de los que iba a verla ¡no pues! Pero en una oportunidad la observé en una carrera vestida de atleta- lógicamente- y la verdad me impresionó, pues para ser de esa edad lucía unas mayas provocativas.

Pero todo ya se hizo más pesado cuando le pedí su fono, el que me dio sin problemas. Los días transcurrían pero mi amor quedaba intacto, quería olvidarla para seguir con mis estudios pero no podía. Las entregas de libretas eran un calvario, las matemáticas eran lo peor. No recordaba los números, sólo me acordaba la fecha de su cumpleaños, su edad y su teléfono.

Hasta que luego de varios días que me sentaba frente al teléfono y pensaba en llamarla para pedirle información de alguna tarea, claro está y lógico no les voy a engañar, también para conversarle. Habían momentos en que quería demostrarle lo mucho que me gustaba, pero sus respuestas también nerviosas me lo impedían. Me sentía tan cobarde al sentirla al otro lado del teléfono y no decirle todo eso que sólo me despedía de ella.

Y transcurría el tiempo, se pasaban los meses y los cursos se me hacían más complicados. Pero ya quería terminar con todo ese idilio, yo sabía que estaba enterada de lo que sentía por ella, percibía que estaba pendiente de lo que yo hacía. Yo llegaba en las noches a echarme en mi cama para llorar ante tantos problemas. Mi familia, los malos resultados en el colegio y para colmo, un desamor.

Recibí clases de cómo declararse a una chica de uno de mis mejores amigos- a él lo habían rechazado muchas veces- a las que atendía seriamente. Parece gracioso, pero eso de practicar frente al espejo lo hice muchas veces antes de bañarme y de escuchar las baladas pegajosas de las noches en radio Sabor Mix.

Y hasta que llegó el gran día. Me moría de miedo, era complicado declararte a una chica por primera vez y sobre todo a alguien tan solicitada como ella. Recuerdo que la bella estaba rodeada de sus amigas que la verdad no eran de mi total agrado, parecía que no iba a lograr mi cometido pero ¡sí!, fue justo en unos segundos que la dejaron sola y fui hacia ella y le dije: “Hola, mmmm me gustas mucho y te quería preguntar ¿quieres estar conmigo?”. Esperé su respuesta, es más creo que hasta hoy la espero porque no me dijo nada. Sonrío y justo llegó la manada de amigas y tuvo que irse. Asumo que fue un “no”.

Ese día me sentí derrotado y avergonzado, regresé a mi casa cabizbajo y taciturno. No quise comer ni hablar con nadie, sólo salir por ahí con mis amigos a contarles lo que había pasado porque una mujer me había rechazado.

Y así pasé los meses finales, ya sin ganas de pensar en los cursos mas que sólo en ella y en “lo que pudo ser”. Ya se acercaba el fin del año escolar, cuando todos nos preocupábamos por si íbamos a pasar o no. Los “tiempos extras”, como se dice.

Lamentablemente, me dediqué más al curso del amor que en las matemáticas, RM, laboral y computación y pasó lo que tenía que pasar: repetí. Fue lo peor que me pudo pasar en esa época, se me iban mis amigos, “ella”. Todos los recuerdos se terminaban por un año de diferencia. No pude ver con su toga al chiquillo cargoso que hoy está en proceso de ser un ingeniero, ni a la chica rechazada por sus amigas que ahora es una abogada, a nadie, pues cuando yo estaba en quinto de secundaria todos ya se habían ido.

¿Ella?, ah claro sólo trataba de observar su sonrisa en los murales de ex alumnos que eran el orgullo del colegio. En el 2005 terminó la carrera de Industrias Alimenticias en San Ignacio resaltando siempre por su responsabilidad y belleza ante todo. Adelante gatita...

(FOTOS - INTERNET)

miércoles, 29 de abril de 2009

El rey Juan Carlos



“Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley, no tengo trono ni reyna ni nadie que me comprenda pero sigo siendo el rey”. (Fragmento canción El Rey)

Si bien es cierto no estamos condenados a la baja ni eliminados para buscar el campeonato, como hinchas nos preocupa la situación del equipo. Once jugadores que salen sin alma a la cancha, no veo realmente un equipo que quiera campeonar, y lo que es peor, no veo a jugadores comprometidos; pero si, cada semana nuestros “queridos” jugadores sudan la camiseta para defender a quien parece el dueño del Sporting Cristal: Juan Carlos Oblitas. Primero fue el ‘Chorri’, quien calificó de “berrinche” el ajustón que le hizo el Extremo Celeste, pero prefiero olvidarlo porque si actuamos como deberíamos, tendríamos a un referente menos.

Ahora lo defiende nada más y nada menos que Amilton Prado. El ‘Cholo’ defendió primero a Maestri y ahora a su entrenador. ¿Qué se puede esperar de un jugador que antes de lanzar un buen centro se preocupa por gastar energía y concentración al defender a sus amigos? Duele decirlo pero creo que estamos gobernados por una argolla tremenda que comienza desde Oblitas y termina en la dirigencia.

Juan Carlos Oblitas maneja a su antojo la institución. Si bien es cierto, nos dio muchas alegrías y fue uno de los gestores de los títulos conseguidos en los 90 creo que su época ya pasó. Su necedad le pasa factura. Todo empezó desde que pidió la vuelta de Maestri. Si ahora entre la hinchada y el equipo hay un distanciamiento creo que se debe al ‘Ciego’. Cree que los campos de La Florida son sus feudos y sus terrenos.

FOTO: INTERNET.

jueves, 23 de abril de 2009

¡Gracias Vago!



Todo este momento te lo debemos a ti. Sólo trabajas para hundirnos más.

GRACIAS por tener a un equipo de once jugadores sin alma y sin ganas de campeonar.
GRACIAS por traer a un traidor que habló mal de nuestra institución y darle la “9”.
GRACIAS por perder ante los rivales que más odiamos. (Burros, gayinas y cagones)
GRACIAS por traer paquetes como los hermanos Ojeda, Cancar, Casas y Yotum.
GRACIAS por dejar ir a Franco Navarro JR. Un jugador con proyección que ahora meterá goles por el Chalaco.
GRACIAS por sacar a Erick Delgado, quien ama al club más que tú. Ahora triunfa en Chiclayo mientras que pones a Heredia que da puro rebote.
GRACIAS por sacar a Bonnet. Nunca olvidaremos lo que dio por Cristal.
GRACIAS por poner a tu hijo como asistente que más parece tu guardaespaldas. ¡Grande pa’!
GRACIAS por restringir el derecho a los medios de prensa celestes. Ahora Alan Diez es el jefe de Prensa más odiado de todo el fútbol peruano.
GRACIAS por transformar tu chacra al club que amamos.
GRACIAS por demostrar que no contamos dirigentes que aman a la institución.

*Foto: agenciaperu.tv

miércoles, 15 de abril de 2009

Y pegas la vuelta



El aura de su ser fue el anochecer de mi ser

Volver a ver su rostro luego de ocho meses en una noche fue difícil de explicar. No esperé observarla de nuevo, tan bella y risueña con sus cabellos mojados luego de un duchazo que la convirtió en una dicha.

Noche feliz. Con un trago y buena música nos pusimos a charlar sobre lo que nos pasó en todos estos meses de ausencia, en esos que se hizo imposible verla y cuando perdí las esperanzas de ver su sonrisa inocente nuevamente.

No fue fácil aceptar un no hace varios meses, pero tampoco sería fácil escucharlo nuevamente. No siempre en la repetición está el gusto. Una algarrobina deliciosa pude probar de su vaso pero quizá nunca pruebe el sabor de sus labios que acompañan su sonrisa inocente que ilumina cada noche que la veo.

Fácil sonó “ser buenos amigos” hace mucho pero difícil aceptarlo. La espera fue el eufemismo de derrota. Nunca una derrota dolió tanto, una pérdida de un encuentro tan difícil como fue tratar de conquistarla, de que sus temores y miedos por empezar algo se vayan y que la valentía y ganas de emprender algo se adueñen de su mente pero nunca lo pude conseguir.