viernes, 24 de julio de 2009

Una chica con sabor


Quién la entiende. Un día está cariñosa y al otro no acepta ni una broma. De pensar que la conocí en un hospital donando sangre, hoy la conozco y la quiero como si me hubiera donado cariño y alegría.

Hace dos años me contaba que su trabajo era inspeccionar los restaurantes que venden comida en mal estado o sospechosa con pretensiones de dar una indigestión a los parroquianos pero hoy se encarga de darle sabor a todo el país a través de las recetas que ella y sus manos aprueban.

Ella no para de hablar de trabajo. ¡Trabajo y más trabajo! a veces quisiera decirle: ¡ya calla carajo! pero no lo hago porque luego ella se viene abajo. Es muy sensible la niña pero para dar cariño sí es una señorita y vaya que lo es, pues con sus senos denotan la pasión maternal que tendrá en el futuro.

Salidas nocturnas que me encantan porque no paramos de hablar. Yo de información pero ella de su pasión, de cómo darle sabor a la vida y a su producto mientras que yo me siento perdido entre su mar de tecnicismos propios de una profesional en Industrias Alimentarias ¿así era?... pero igual la quiero.

Y así, mientras que se encarga de dar sabor a su producto y al país entero, a mí me brinda su sabor a dulzura.