lunes, 8 de julio de 2013

¿La espera eterna?

Su mano cogía el vaso con cerveza invitándome un sorbo mientras ella me atisbaba fijamente a los ojos. Salía cansado en una tarde de trabajo y le rechacé la cortesía… mal comienzo. Ella tenía ojos rasgados y bellos y su cuerpo abrigado por la casaca blanca con rojo de la marca Perú pero realmente fue ella quien me marcó. Era un domingo de invierno en el que yo solo esperaba la hora de salida para ir a mi casa a llorar ante tantas dificultades. Siempre recuerdo su mirada, pero mi tristeza por diversas desazones no quería saber nada de amoríos ni amistades. Eran noches de llanto y pena que no terminaban. Pasaron cerca de dos meses para tener contacto con ella. La miraflorina con alma sencilla se convirtió en mi ‘amiga’ en el memorable Facebook. No dudé en invitarle a salir, si bien es cierto tenía miedo de querer a alguien, solo me importó conocerle más y así fue. Eran noches bajo el frío que tenían a la neblina como el telón de la obra de nuestro incipiente amor. El manto helaba pero nuestras caricias y cariño que iba creciendo abrigaban la noche. Nuestros besos no cesaban, nuestros labios se comprendieron a la perfección, como si se necesitaran uno del otro. Justo llegó cuando más necesitaba a alguien a mi lado, que esté conmigo en las buenas y en las malas, que me devuelva la confianza perdida. Nunca olvido la noche en que llegamos a su casa y no teníamos nada en los bolsillos, yo estaba quebrado pero ella con todo el cariño digno de su bello rostro me preparó con sus manos heladas pero llenas de caricias unos sandwich y té caliente. Me demostró que no se necesita de riquezas para ser feliz, solo un poco de atención. Las salidas de fines de semana se hicieron una costumbre, las cenas una alegría cada vez. Sentía que el amor iba creciendo, que ella me quería, que era importante para ella. El chico que le rechazó el vaso con cerveza quizá se había convertido en el indicado. Mis poemas le hacían feliz, las canciones le atemorizaban quizá. Llegaron las confusiones de si le empezaba a querer, los mensajes de texto no encontraban las mismas respuestas del inicio. Su entusiasmo ya no era el mismo ¿la rapidez de mis sentimientos le ganaron a la velocidad de su amor? Parece que mis impulsos y sentimientos superaron a los suyos. Ella ya no era la misma, la chica del vaso que me invitaba un vaso de cerveza estaba quedando de lado, ¿quizá en la cebada de la cerveza tenía el amor perfecto? Sus largos cabellos dejaron de flamear al ritmo del viento cuando nos veíamos, su frialdad se apoderó de ella y sentía el invierno en cada acercamiento. Fue en una llamada en que le traté de expresar mi incomodidad ante todo esto y su respuesta me dejó helado: “Extraño a mi ex, es mejor que nos alejemos porque creo que mejor deberíamos ser buenos amigos y te quiero como tal”… Y fue ahí la respuesta ante mi interrogatorio debido a su indiferencia, me propuso alejarnos para que yo no sufra y no fue lo mejor. Extrañé su presencia, sus palabras de aliento que tanto necesité en ese año, su buen sentido del humor, sus tomaduras de pelo a cada instante. Añoré las carcajadas nocturnas luego de contar nuestras experiencias acompañados de besos apasionados… eso había terminado. Qué complicado es cuando se pierde un amor. Sentí que su amor se fugó, que se fue. Qué tuvo su amor anterior que yo no tuve, fue la pregunta que me hice todas las noches luego de su rechazo, o en qué fallé si yo todo le di. Le pedí que me enseñara a olvidar, o a ser indiferente ante ese amor que había crecido pero nunca encontraba respuesta. Hoy sé de amores que le jugaron mal, de hombres que no dieron yo lo que yo siempre le quise brindar y no me alegro. Yo siempre le digo "te estoy esperando con un vaso de cerveza en la mano…"

jueves, 2 de mayo de 2013

La arena encantada

La arena es la dueña de tus pies por unos instantes. En tu día soleado y torturado debido al brillo que elogia tu piel como la porcelana que a la vez abriga tus sueños se expende un halo de luz como la Vía Láctea. La arena delgada te acompaña esos momentos, en los que el sol se convierte en tu verdadero amigo… ese que te abraza durante 3 meses pero que no te suelta y te persigue hasta Surco y que esquivas con los lentes de sol de fina marca pero que tratan de esconder tus ojos claros. Así con los veranos y los instantes en los que quiero retomar nuestra amistad... Como un halo de luz, así es la amistad que quiero que llegue a tus sentidos. Así como la playa que se adueña de tu piel y de tus ganas de rumba nocturna en el sur en medio de la brisa solitaria. Tu muslo bronceado mirando a la cámara que se convierte en tu cómplice de mirada con los labios a medio sonreír y tu otro pie con las uñas pintadas con el esmalte color sensualidad. Cómo poder entender que la arena, inmóvil, inerte, inocua e indefensa pueda tenerte consigo en la playa y se queda encantada con tu mirada y tu cuerpo… o es que le trasladaste magia con tu encanto en cada acto.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Mikoshi Japanese Food: comida japonesa deliciosa bien servida a sólo 12 soles

“Entre 10 a 11.30 es la locura. No me paro de mi asiento porque suenan los 3 teléfonos y tengo mensajes en la computadora, luego me llaman para pedir más y en el camino me siguen llamando”, nos cuenta Fanny Komatsu, esposa del itamae Takao cuando habla sobre cómo es un día de trabajo en Mikoshi Japanese Food. Y pensar que todo surgió de casualidad por una aventura de Takao que salió a vender 10 obentos al público y ya desde febrero de este año se convirtió en una forma de vida, en el sustento de la pareja. Recordemos que Takao fue uno de los damnificados con el tsunami ocurrido en Japón el año pasado. Es paradójico porque Mikoshi se ha convertido en el tsunami bueno que es alimentado gracias al talento de Takao en la cocina y a lo proactiva que es Fanny haciendo el complemento perfecto para que el Mikoshi se mantenga en alto y con el deseo de constante crecimiento. Para ellos es un orgullo este negocio porque han podido traer “alguito de Japón”, ¡y qué mejor que su comida! “La gente cuando prueba nuestra comida nos dice: ‘No sabíamos que la comida japonesa era tan rica’. Mucha gente cree que es pura fritura pero clientes hay para todos”, detalla Fanny mientras alista los pedidos del día siguiente en su cuaderno que se transformó en su agenda debido a los clientes importantes con los que cuenta. Pero ellos tienen dos puntos bases en donde los ofrecen, que son afuera del Centro Cultural Peruano Japonés de lunes a viernes y los sábados frente a AELU, en el Vip Vip. Es increíble cómo se acaban todos los obento que tienen en stock. “La gente viene y compra, y en muchas veces en menos de una hora vendemos todo”, subraya Fanny. Y desde que inició el gran movimiento de pedidos, se percata que han captado otro público que no es tomado en cuenta por muchos: los jóvenes. “A veces compran uno y al día siguiente piden 7 o 10. Los chicos de la Universidad Agraria, de la Universidad Cayetano vienen a comprar. Los jóvenes que vienen son dos, luego vienen más en carro y se llevan más y ojo que no son nikkei”, destaca. PROYECTO A LARGO PLAZO El sueño de la pareja Komatsu es contar con un Izakaya, que es un pequeño bar que como hay en Japón y al mediodía continuar con el Obentoya. LOS DATOS Búscalos en Facebook como Mikoshi Japanese Food Haz tus pedidos llamando al 5784048/ Cel: 956321313/954779240 O consultas al correo: fannyhm201@hotmail.com

martes, 17 de julio de 2012

¿Pudo ser o éste ser no pudo?

Con un talante medio arrogante, con desdén disfrazado de amabilidad me pidió darle un espacio a mi lado. Cabellos dorados y rostro sonrojado por los días soleados que azotaron la soporífera avenida Tacna la caracterizaron. Su mirada penetrante no se quedó tranquila, pues dos días después me llamó por la mañana. La tarea era el pretexto perfecto para vernos casi al caer la tarde. "Qué raro que me llame si ni me conoce", pensé. Las clases eran las citas perfectas para unos acercamientos inesperados y los trabajos en grupo servían para tener un derecho a rozar nuestras manos y porqué no probar nuestro desenfado ante los testigos. Los papeles, lapiceros y plumones fueron las armas para marcar las ilusiones sin atenuantes. Y así fue que la duda se fue apoderando de mi razón. Pasaba por confusiones que se fusionaron con ilusiones. Siempre recuerdo cuando volviendo a la clase, el ascensor longevo que con sus chillidos pedía ayuda para subir al salón, fue el lugar que presenció nuestro primer desenfreno. Le tomé de la delgada cintura sin titubear como quien baila una bachata y no sentí rechazo de su parte, no dudé y le besé el cuello. "Oye..." escuché de su parte y yo solo me reí. Ella hizo lo mismo con su sonrisa cómplice como de quien comete un atentado. Desde ahí todo fue distinto, la timidez se fue al tacho y las palabras de doble sentido no paraban en cada llamada telefónica o hasta con su mirada de deseo mezclada con ilusión. LA PARTIDA De un momento a otro, viajó con destino hacia el dueño verdadero. La ciudad de los grandes edificios y el dejo como italiano pero humilde la esperaba. No supe de ella por buen tiempo, solo que mientras yo luchaba con todos mis problemas ella disfrutaba con él del rico pasear y gran diversión por la ciudad y distintas discotecas que atestiguaron sus besos apasionados... y yo estudiando en Lima. Pese a que tomé su cariño de manera superficial y siempre estuve en desacuerdo con su ida- pero no con su regreso- admito que le extrañé. No era fácil estar sin ella, quien se convirtió en además de mi amiga, en mi confidente y porqué no en un amante furtivo. Pasaron las semanas hasta que regresó. Viví una gran expectativa por su llegada ¿me tratará igual o será más fría?- me pregunté siempre. Pero al verla nuevamente, tan bella y con el rostro más despejado luego de tanta diversión en me di cuenta que le fui queriendo. No era fácil asumirlo teniendo en cuenta que desde ese momento ya vivía una incógnita sentimental. Cada clase era una motivación para verla, conversar con ella y tenerla a mi lado. No sé si fui el segundo o el primero, solo consideré que era lo mejor siempre estar con ella. Hasta que llegó el fin de los estudios, no vestí la toga pero sí un terno impecable que atrajo su mirada. Ella lucía un sastre que resaltó más su belleza a cada instante. Ya sea parada en el atril y sentada en el público le demostré mi afecto. Fue paradójico pero ahí empezó lo nuestro. Hasta ahora nunca supe qué fue realmente pero fue algo hermoso. Los sábado de clase se convirtieron en salidas a escondidas para olvidarnos del mundo y recordar lo que vivimos al inicio. No fue algo legítimo pero sí tuvimos momentos muy íntimos, y eso bastaba. En mi departamento comiendo dulces hasta por gusto y mirando televisión, los programas eran lo de menos, solo me importaba estar a su lado. No sé si llegó el enamoramiento pero me dio seguridad, esa que me faltó un año antes o me falta hoy para afrontar diversas dificultades. Sé que no volverás por buen tiempo y todo será distinto. Pero realmente me haces falta, la seguridad en ti fue la que me faltó hace poco para mantener un amorío fugaz. Siempre recuerdo las visitas a tu casa, cuando te dejaba en la puerta y yo corría para treparme al taxi de turno. Hoy ya no visito tu casa, ni tú a la mía. Ahora solo me visitan tus comentarios nostálgicos de lo que pudo ser y no fue.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Incógnita sentimental



Sí pero no. Que me buscas pero yo no te busco, que lo quiero a él y a ti no, pero también a ti y a él tampoco. Esa es la incógnita que encierra una historia que no tiene final pero quizá ni un comienzo. Él dice que la quiere, pero ella también lo dice, solo que no lo hace. Se convierte en un trabalengua sentimental sin inicio ni final.

Ella tiene pareja pero él no, pero le da señas de quererlo pese a que no debe. El otro lejos, pero sus sentimientos cercanos que no ayudan al corazón de ella. La chica cree que quiere a los dos pero la verdad no quiere a ninguno, parece que el ego la tiene loca.

Salidas nocturnas que tienen como luces la confusión de no saber que tiene en la mente la chica del cerrado caminar pero abierto pensamiento si de calentamiento se trata. Si el signo de interrogación fuera una insignia, qué bien la quedaría.

Solo ella sabe lo que siente, solo su corazón lo sabe, pero quizá no su mente ¿existen dos amores?, difícil de creerlo, el estereotipo dice que sí pero cómo será en la práctica ¿Será el inicio de la infidelidad o el fin de la cadena de deseos indebidos?

martes, 16 de agosto de 2011

Las aulas del amor




No siempre uno más uno es dos, a veces se queda en blanco como lo fue el primer amor del colegio. épocas tristes de ese “sí” que nunca llegó pero del “no” que se hizo esperar en un relato escolar de 1996.

Escribe Roger Gonzales Araki
Imágenes Internet

Fue desde el primer grado que me sentí raro en medio de tantos niños desconocidos, uno lloraba, el otro reía y le pegaba al más sano pero al final era igual porque odié esa época. Siempre recuerdo a los estúpidos de grados mayores que por ser eso, “mayores” son los llamados a humillar a los demás, pero lo que no saben es que eran tremendos estúpidos porque perdían su tiempo en niños que con las justas sabían hablar.

La verdad que desde chico vi al colegio como una cárcel. Entrar a las 8 de la mañana, y estar encerrado en un salón de clases- salir salvo para ir al baño o al recreo-, pues era obligado asistir a todas porque lamentablemente no había eso de “asistencia libre” como la universidad. Pero claro que uno podía “tirarse la pera”, pero increíblemente nunca lo pude hacer.

Era horrible saber que tenía que ir a comprar el odiado uniforme, ese pantalón plomo con camisa blanca que me hacía sentir un chico bueno, pero me sentía realmente asfixiado, sin oportunidades de protestar para sacármelo, qué triste. O recordar cuando llegaba en las mañanas- para colmo tarde- y escuchaba la música de la formación de los lunes, esa de los militares y con la voz estentórea del regente llamando a todos al patio sólo para escuchar su sermón del director y cantar el himno nacional, que dicho sea de paso sólo se debía entonar en ceremonias importantes y no en una inútil formación.

Pero lo peor eran las clases de educación física, qué aburridas. En los meses de verano debíamos entrar a la piscina, pero lo gracioso era que nos enseñaba el curso alguien obeso que al parecer no tenía mayor experiencia en salvataje. O cómo olvidar al profesor que cuando nos tocaba fútbol, nos hacía calentar durante una hora, para que sólo juguemos 10 míseros minutos, “cinco el primer tiempo, y cinco el segundo”, decía el gracioso.

Pero ya cuando entramos a la adolescencia, nos pica el bicho del relajo y de lo que se conoce como “amiguitis”, que no es más que una necesidad de todo adolescente para estar con sus mejores amigos y olvidarse de los problemas domésticos- que los tuve- ya sea jugando partido o conociendo “flacas”, que a partir de los 12 o 13 años te das cuenta que la vida gira en torno a ellas, que al recibir un solo saludo tienes la oportunidad de seguir ahí, conversándoles y quedar como lo máximo porque estás con la chica más bonita del salón, con la “gatita” como se dice.

Es por eso que siempre recuerdo ese año como el ejemplo de la adolescencia. Fue en 1996, año en que entré a la secundaria. Me sentía en otro planeta, parecía universidad, estaba acostumbrado a que los profesores estén al tanto de mis cosas, pero no fue así, era todo lo contrario. Pero quizás es el año que nunca olvido porque ahí me sentí bien realmente. Estar con mis amigos de toda la vida, el comienzo de la vida nocturna, el primer “enamoramiento”, si se podría usar esa palabra para un mocoso de trece años.


Considero que fue mi primer gran sufrimiento. Era una chica muy guapa, no lo voy a negar pero lo que no me gustaba era que tenía un talante de presumida, lo cual no sé si es porque era una de las primeras alumnas de la clase, es decir, todo un ejemplo de estudiante. A mí la verdad al comienzo no me atraía. A gran parte de mis compañeros y amigos les gustaba mucho, para estar recién en primero de secundaria parecía el símbolo sexual del salón y porqué no, de la promoción.

Pero ya en esos días del verano me encantó verla bronceada. Era de piel blanca, de contextura delgada que resaltada por su fino mirar que se dejaba alumbrar por el sol de las mañanas que hacían un juego perfecto con el collet albo que allanaba el viento que revoloteaba a sus cabellos.

Yo ya empezaba a saludarla, a hablarle de ella a mis amigos sobre los clásicos comentarios “está bien”, o “mira, ahí está”. Comentarios que eran respondidos satisfactoriamente por ellos. Pero ya eran reiteradas veces que un amigo muy querido me decía: “Oe, te estás templando”, y otra amiga que hoy está en Japón “pucha cómo te gusta ¿no?”, jodas que no quería aceptar pero ya no pude negar. Ya me gustaba.

Pasaban los días y no atinaba a nada, sólo a saludarla cándidamente o preguntándole estupideces como ¿qué tarea hay mañana?... ¿clásicas no?. En todo momento pensaba en ella, me sentaba a la mesa de mi comedor y meditaba ¿qué estará comiendo? Y además era gracioso porque me la imaginaba a mi costado mirándome.

Era tan perfecta que hasta practicaba atletismo, no era de los que iba a verla ¡no pues!. Pero en una oportunidad la observé en una carrera vestida de atleta- lógicamente- y la verdad me impresionó, pues para ser de esa edad lucía unas mayas provocativas.

Pero todo ya se hizo más pesado cuando le pedí su fono, el que me dio sin problemas. Los días transcurrían pero mi amor quedaba intacto, quería olvidarla para seguir con mis estudios pero no podía. Las entregas de libretas eran un calvario, las matemáticas eran lo peor. No recordaba los números, sólo me acordaba la fecha de su cumpleaños, su edad y su teléfono.

Hasta que luego de pasados varios días que me sentaba frente al teléfono y pensaba en llamarla para pedirle información de alguna tarea, claro está y lógico no les voy a engañar, también para conversarle. Habían momentos en los que quería demostrarle lo mucho que me gustaba, pero sus respuestas también nerviosas me lo impedían. Me sentía tan cobarde al sentirla al otro lado del teléfono y no decirle todo eso que sólo me despedía de ella.

Y transcurría el tiempo, se pasaban los meses y los cursos se me hacían más complicados. Pero ya quería terminar con todo ese idilio, yo sabía que ella estaba enterada de lo que sentía por ella, percibía que estaba pendiente de lo que yo hacía. Fueron días complicados, llegaba en las noches a echarme en mi cama para llorar ante tantos problemas. Mi familia, los malos resultados en el colegio y para colmo, un desamor.

Recibí clases de cómo declararse a una chica de uno de mis mejores amigos- a él lo habían rechazado muchas veces- a las que atendía seriamente. Parece gracioso, pero eso de practicar frente al espejo lo hice muchas veces antes de bañarme y de escuchar las baladas pegajosas de las noches en radio Sabor Mix.

Y hasta que llegó el gran día. Me moría de miedo, era complicado declararte a una chica por primera vez y sobre todo a alguien tan solicitada como ella. Recuerdo que la bella estaba rodeada de sus amigas que la verdad no eran de mi total agrado, parecía que no iba a lograr mi cometido pero ¡sí!, fue justo en unos segundos que la dejaron sola y fui hacia ella y le dije: “Hola, mmmm me gustas mucho y te quería preguntar ¿quieres estar conmigo?”. Esperé su respuesta, es más creo que hasta hoy la espero porque no me dijo nada. Sonrío y justo llegó la manada de amigas y tuvo que irse. Asumo que fue un “no”.

Ese día me sentí derrotado y avergonzado, regresé a mi casa cabizbajo y taciturno. No quise comer ni hablar con nadie, sólo salir por ahí con mis amigos a contarles lo que había pasado porque una mujer me había rechazado.

Y así pasé los meses finales, ya sin ganas de pensar en los cursos mas que sólo en ella y en “lo que pudo ser”. Ya se acercaba el fin del año escolar, cuando todos nos preocupábamos por si íbamos a pasar o no. Los “tiempos extras”, como se dice.

Lamentablemente, me dediqué más al curso del amor que en las matemáticas, RM, laboral y computación y pasó lo que tenía que pasar: repetí. Fue lo peor que me pudo pasar en esa época, se me iban mis amigos, “ella”. Todos los recuerdos se terminaban por un año de diferencia. No pude ver con su toga al chiquillo cargoso que hoy está en proceso de ser un ingeniero, ni a la chica rechazada por sus amigas que ahora es una abogada, a nadie, pues cuando yo estaba en quinto de secundaria todos ya se habían ido.

¿Ella?, ah claro sólo trataba de observar su sonrisa en los murales de ex alumnos que eran el orgullo del colegio. Ahora en este 2005 ya termina la carrera de Ingeniería Agroindustrial en San Ignacio resaltando siempre por su responsabilidad y belleza ante todo. Adelante gatita...

sábado, 18 de diciembre de 2010

La gente también es pasión...

“Qué pecho fríos son los dirigentes de Cristal. El lunes fue su Aniversario y ni una torta. Pero claro, si todos son de la U o de Alianza qué se puede esperar. Todo lo contrario a su hinchada, que siempre está ahí, que siempre mete”, así arremetió el querido por muchos y odiado por otros, Erick Osores en su segmento de Canal N el martes pasado.

¡Y nada más cierto! Es digno de orgullo que los únicos interesados en rendirle un homenaje en la víspera de nuestro 55 Aniversario sea la Gvardia Xtrema. Dicho sea de paso fue a quienes se lo merecen como ‘Chito’ la Torre, ‘Condor’ Mellán, ‘El Artista’ Antón y el ‘Flaco’ Quezada.

Y recordando lo que dijo Osores sobre la frialdad de nuestros dirigentes y parte de nuestro club. Hace dos años fue a dictar una pequeña charla a mi centro de trabajo el entrenador de menores, Walter Fiori, quien manifestó que uno de los problemas de las divisiones menores de Cristal era que no se identifican con su camiseta, lo cual es preocupante.

Pero una forma de que luchen o quieran a su club, no era transformándolos en hinchas ni que besen su camiseta, sino que valoren lo que les da Cristal, haciendo trabajos sencillos como sacar copias, o ayudar a las secretarías en tareas simples. “Para que luchen por su gente”, nos dijo.

Y así fue, creo que cada uno de nosotros, quienes amamos al Sporting, muy aparte de valorar la gran historia celeste, creo que en cada bandera, en cada aliento recordamos al grupo conformado por la gente de la GX o incluso de otras barras.

En cada gol siempre se vendrá a la mente de cada uno los abrazos que nos damos por cada alegría o cada tristeza de una tarde de desazón. O cómo no tener en cuenta cada fin de semana en la cueva o donde sea. Solo pensando en la celeste, aunque les cueste a los directivos ‘pecho fríos’, nada ni nadie nos podrá alejar de esta pasión ¡Fverza campeón!