viernes, 29 de mayo de 2009

De vuelta al barrio... ¿y al amor?

De vuelta al barrio. Luego de más de dos años vuelvo al lugar que me vio crecer desde los 7 años: Las Leyendas. Durante estos años que estuve viviendo en Magdalena siempre recordé cuando en San Miguel salía a comprar mi yuca frita a la tía de la esquina, o cuando observaba a miles de personas trasladarse al Parque de las Leyendas cada vez que el Trome tenía su aniversario.

Cómo olvidar cada una de las salidas que tuve con los amigos del barrio, muchos de ellos hoy se casaron o se mudaron a otros distritos. La esquina de Luis Aldana se convertía en bares efímeros, en bares que fingían ser un Queirolo porque no había dinero para comprar una cerveza.

Ya vuelvo para quedarme y continuar mi vida allí, de estar en Magdalena muy cerca a locos enjaulados, ahora vuelvo a donde hay miles de animales enjaulados. Cómo no recordar el rugir de los leones cuando frente a mi casa no habían edificios.

Cómo olvidar que fue ahí cuando viví el primer amor con el parque como escenario de la mejor obra teatral de mi vida. Ahora no sé nada de ella, quizá ella tampoco quiera saber de mí pero ya llegará el momento de encontrarnos.

La dama del silencio estará muy cerca, no sé si temerle a la situación o ponerme feliz, no sé si luchar o rendirme tanto como lo estoy ante sus encantos. Siempre me pregunto, porqué me fijé en alguien así. De pensar que la había olvidado, ahora creo que me lamento al haberla recordado.

martes, 12 de mayo de 2009

Despedida eterna



Agitada y con la lengua afuera me esperaba en la puerta de madera magullada por los constantes arañones de desesperación con los que pedía libertad para salir a la calle e ir a la frontera de la muerte (entre la pista y vereda). Le gustaba el peligro ¡ni qué dudarlo! el pasar de los autos y el rechinar de las frenadas constantes de los autos, le alocaban. El riesgo de morir era su mayor pasión.

Pelos producto de su edad y huesos que guardaba como si fueran fósiles en una zona arqueológica aparecían en su cama, esa camilla forrada con gamusa verde que era trasladada del patio a la cochera. Kassandra no tenía un lugar fijo, no pagaba pensión ni alquiler y no sabía de arbitrios, pero el dictamen de la dueña fue implacable. Le dijo: ¡adios!

Fue el primer fin de semana del año que entré sin problemas a casa, ella no salía corriendo de la cochera a la casa para recibirme, solo me recibía el viento. Sus ladridos enmudecieron. Ella se fue sin pedir permiso ni se lo pidieron para invitarla a salir. La Negra, ya se había ido, se fue sin despedirse.

Pepe Vásquez, decía: “No es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós”. En algunos casos es cierto, pero en otros el adiós es eterno ¿pero qué le podría cantar a ella si ya no la tengo al frente ni tampoco me entendería? No me pude despedir.

Hoy la extraño y la recuerdo, siento que sus ladridos y besos dieron resultado. Ya no podré llevarla a la bodega de la esquina para que me cuide y conozca más la calle, ya no podré jugar fútbol con ella imaginando que soy Maradona debido a los simples regates con los que me burlaba de ella. Mientras que a unos les fastidia el sonido de su ladrar y sus besos mojados. Otros creemos que esos son vestigios del cariño y del amor a su dueño.

FOTOS:INTERNET

jueves, 7 de mayo de 2009

La madre efímera


El análisis dio positivo. El destino decía que iba a ser madre pero no su decisión. El temor de ser señalada en la calle, rechazada por su familia y círculo de amigos la impulsaron a luchar contra el destino y no aferrarse a la ciencia, quien se convirtió en la tirana de su vida.

¿Será verdad esta prueba? ¿Qué hacemos?- le decía a él. Solo atinaban a dudar. Ella dudaba si tenerlo mientras que él no quería. El momento fue duro, el mundo se venía para los dos. El dinero y preocupación por mantener a un hijo se apoderó de ellos.

Las horas pasaban como minutos. La desesperación se apoderó de los dos. La barriga crecía porque ya tenía cerca de dos meses. Las noches de sexo se convirtieron sin querer en noches de amor y pasión. El orgasmo no solo era un pretexto para verse sino que luego lo fue el Ser que iban a tener entre sus brazos.

Pero él se fue para no volver. La aguja le dijo que debía descansar, que nunca iba a llorar porque ya no iba a ver el mundo ni sentir, ni escuchar el estruendo de la calle ni la canción de cuna que ella soñaba cantarle acompañada por él en las noches de sueño.

Él siempre se mostró insensible mientras ella hasta ahora llora. Trata de olvidar el pasado mientras él vive tranquilo. Los dos dejaron de verse pero al parecer fue por algo bueno. A ella le llegó la persona indicada, a la que siempre soñaba y veneraba en cada recuerdo de las tardes en la playa mientras él sigue tranquilo, luchando como siempre pero seguro de que lo decido fue lo mejor.

Hoy sus vidas están separadas, tan separadas como el bebé que nunca nació…